El cuerpo no puede explicar al hombre el misterio de la vida humana, porque no sabe quiénes somos ni por qué vivimos. Sólo siente las necesidades y los impulsos físicos. Cuando domina, se convierte en una especie de cáncer que subyuga a las demás esferas de la humanidad y vive a costa de ellas. La persona que se identifica con el cuerpo se concentra excesivamente en su propia carnalidad y se somete a la dictadura del cuerpo.
La persona carnal no es capaz de pensar racionalmente, amar con madurez o trabajar con solidez. Es un esclavo de su propio cuerpo, en lugar de ser su amo y sabio guía. La espiritualidad no es la victoria del espíritu sobre el cuerpo, sino la integración de las esferas espiritual y corporal. El cuerpo sin el espíritu es poco inteligente, y el espíritu sin el cuerpo es inhumano.
La espiritualidad comienza cuando el hombre se eleva por encima de su cuerpo para preguntarse qué sentido tiene su cuerpo, y qué sentido tiene de sí mismo y de la vida que se le ha dado como un don y una tarea.